Antes de comenzar el cuatrimestre, me estaba preparando para enfrentarme a un libro que con sólo ojearlo, reafirmó, educó y completó mi postura sobre un aspecto clave en la vida de todo mortal. La antesala a un libro que nunca voy a olvidar, fue este otro... He aquí un pequeño extracto que comparto.
[...] En lugar del mero materialismo vulgar, Lafargue aplica al análisis de la religión el mismo análisis que Marx aplica a la mercancía: el mundo real no se muestra en forma directa, sino a través de apariencias cuyo sentido hay que develar. Así no se trata sólo de que para la burguesía la religión es útil, sino que existe un proceso material que genera la idea religiosa en el burgués de la misma manera que la generaba en el primitivo: si el "salvaje" no podía explicar el mundo natural y para ello apelaba a las fuerzas espirituales, el burgués no puede explicar el mundo social, no puede reconocer el papel creador del trabajo y su apropiación mediante la explotación del trabajador asalariado. Fenómeno que se refuerza como acrece la acumulación del capital y su derecho a la riqueza social comienza a hacerse incorpóreo, en forma de bonos, papeles bolsa, billetes de banco, etc.. En consecuencia, el burgués no puede ni quiere darse una explicación del mundo social.

Este doble vidrio opaco es el resultado de un proceso histórico: en un comienzo, la burguesía al frente de sus propios establecimientos, trabajadora en alguna medida, no podía ignorar los proceso de creación de la riqueza material. Tampoco quería hacerlo en tanto ello le permitía criticar a los parásitos sociales, la nobleza y el clero. Una vez conseguido el poder (y en ello el papel de la ciencia no fue menor) no sólo ya le conviene criticar a la religión sino que el mundo material mismo en el que vive sumergido se ha ido opacando a medida que el capital se "esfuma". "El billete de banco [...] incorpora una fuerza social tan poco en relación con su escasa sustancia, que prepara a la inteligencia burguesa a la idea de una fuerza que existiría independientemente de la materia". Este "miserable trozo de papel que uno no se dignaría a recoger, a no ser por su fuerza mágica" tiene la "virtud" de dar a quien lo posee "lo que hay de más deseable en el mundo civilizado: pan, carnes, vino, casas, tierras, caballos, mujeres, salud, consideración y honores", en suma, "los placeres de los sentidos y los goces del espíritu." Dios, concluye Lafargue, "no sabría hacer más", lo que explica por qué "la vida burguesa está tejida con misticismo". Imposible no encontrar, en estas palabras, el eco de los Manuscritos.[...]