Les dejo un brillante texto de Camen Sanz sobre la reforma laboral actual de España
La reforma laboral ha entrado casi de puntillas. Conocida por los estamentos alemanes antes que por el Congreso y que evidentemente por el conjunto de la ciudadanía; expuesta por un presidente con un nulo nivel de liderazgo, arropado por un gobierno de tecnócratas surgido de unas elecciones con un nivel de abstención y de votos en blanco o nulos que fueron la autentica mayoría. En este paradigma de “democracia” este decreto ley viene a ser el colofón de un proceso de involución en el ámbito de los derechos laborales y humanos.
Resulta curioso ver la pasividad general ante tamaño despropósito. Aceptamos el sometimiento a estas “férreas leyes del mercado” porque supuestamente es el único camino. Así, sin debate, sin promesas de temporalidad… Los massmedia, defienden su innegable necesidad, sin importar el coste que pueda tener sobre todo en los más desfavorecidos y cada vez más desprotegidos. Y los sindicatos parecen despertar de su letargo institucional, al llamado de las clases medias que reclaman sus pequeñas parcelas de prebendas ahora perdidas. Después de haber perdido con su incapacidad o su descuido institucionalizado, su espacio como garantes de los derechos de los trabajadores.
Mientras, la población vive mayoritariamente en la inopia del miedo.
Sabemos que el poder político siempre ha estado en manos del poder económico y religioso, pero su actual descaro debería prevenirnos sobre el “futuro” que nos han planeado.
Hay que tener claro que no estamos en una crisis económica, estamos en una crisis ética que está eliminando de un plumazo el resultado de siglos de lucha obrera y reivindicaciones tan antiguas o asumidas como los Derechos Humanos. Mientras estas cosas pasaban a “esos pobrecitos” que sobreviven con suerte en las zonas que etiquetamos como tercer mundo, nuestras conciencias penaban por ellos en la distancia, pero no nos sacudía las entrañas llevándonos a la acción. Ahora esa situación se nos hace más cercana y aunque compararnos con ellos sería un insulto a su sufrimiento, empezamos a entender que sólo éramos más libres, autónomos y respetados en apariencia y que nuestra democracia no dejaba de ser “maya” o “matrix”, un ardid engañoso.
Nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y les creemos…
Mienten.
Desde la revolución industrial, la proporción necesaria entre esfuerzo laboral y la producción ha sido inversamente proporcional; por lo tanto lo justo, lo sensato, hubiera sido una reducción de las horas de trabajo en aras de un enriquecimiento como personas que beneficiaría al conjunto de la sociedad, al potenciar las cualidades de sus miembros que podrían dedicarse al bien común. Y paralelamente un mayor equilibrio económico.
En lugar de esto, las desigualdades han ido creciendo, y en estos últimos años de manera escandalosa, de modo que un derecho básico como la vivienda se convierte en un lujo solo accesible si hipotecas tu vida y a veces incluso la de tus hijos.
Mientras el poder adquisitivo de cualquier trabajador caía en picado, se reproducían como virus nuevas clases de ricos: los arribistas, los corruptos, los ostentosos, los asquerosamente ricos… que se sumaban a las grandes familias que sabemos que controlan la economía y la sociedad mundial.
También nos acusan de que nuestras reivindicaciones de bienestar social han sido la raíz que ha desangrado el estado generando la necesidad de la deuda.
Por favor!
No sé como habrán sido las cosas en otros lugares, aunque no creo que las diferencias sean significativas, pero en este país llamado España, el bienestar social, lo han pagado con creces nuestros padres, trabajando duras jornadas para poder darnos una educación, un futuro y poder disfrutar de un mínimo de seguridad en su vejez. Mientras tanto las clases pudientes herederas del franquismo, no han sido obligadas a pagar impuestos o lo han hecho en una proporción vergonzosa, por miedo a su “fuga”. Que grandes personas!
En los últimos decenios, hemos visto como nuestros impuestos han financiado la instalación de grandes empresas, a las que más tarde financiamos su desmantelamiento, cargándonos mientras el esfuerzo del tejido empresarial de base ahogado por las imposiciones y la burocracia.
Las economías locales dejaron de recibir impuestos a cambio de una liberación del suelo que llevó a la locura del ladrillo, a la especulación infinita, a…
No señores. No ha sido nuestro estado del bienestar el responsable. Nosotros hemos pagado con creces y seguimos pagando, esos servicios que ahora pretendéis que repaguemos. Ha sido vuestro proteccionismo hacia los ricos, más la pésima gestión político-financiera la que nos llevó al estado de la deuda.
Y ahora nos arrebatáis nuestros derechos, porque los servicios sociales no son rentables (?)
Entonces qué es lo que financiamos con nuestros impuestos? A las grandes empresas, las jubilaciones blindadas de banqueros y estafadores, a una clase política corrupta, a una clase sindical dormida en la subvención…
Como dicen los compañeros de Occupy Wall Street, somos el 99% y podemos vivir sin ellos. La pregunta es si ellos pueden vivir sin nuestro trabajo. Qué pasaría si todo su dinero no pudiera pagar nuestro esfuerzo.
Deberíamos organizarnos para crear nuestro trabajo sin esperar a que nos lo den, y crear nuestro propio tejido social mediante la creación de redes y nodos de colaboración entre iguales en busca del bien común, que puedan crecer como embriones de cambio.
Ya no es una cuestión de clases, es una cuestión de conciencia. No es el momento de revoluciones violentas que acaban reproduciendo los mismos esquemas. Es tiempo de desobediencia civil, autogestión en sociedad, de devolver al trabajo su condición de transacción entre iguales, porque si lo dejamos ser una mercancía, el hombre pierde su valía y el “amo”, su derecho a ser llamado persona.
M Carmen Sanz
Fuente: Portal Libertario
Fuente original: http://kaleidoscopico.wordpress.com/
martes, 28 de febrero de 2012
viernes, 3 de febrero de 2012
No importa a quién votes, el dinero siempre gana
Los debates presidenciales republicanos no son para pusilánimes. La semana pasada en Jaksonville, Florida, Rich Santorum advirtió contra la “amenaza del crecimiento del Islam radical” en América Central y del Sur. Newt Gingrich propugnó el envío de hasta siete vuelos al día a la luna, donde la industria privada podría establecer una colonia, y reiteró su afirmación de que los palestinos son una invención de finales de los años setenta. Mitt Romney argumentó que si se les se hace la vida suficientemente difícil a los indocumentados, se “auto-deportarán” [ TJ Kirkpatrick/Corbis)].
En vista de la condición general del Partido Republicano, semejantes comentarios atraen ahora bastante poca atención. La verdad y los hechos no son más que dos opciones entre muchas. La base del partido, desbordada por los teóricos de la conspiración de que Barack Obama no está cualificado para el puesto de presidente por su lugar de nacimiento, negacionistas del cambio climático y creacionistas, flota en sus retorcidas teorías y de vez en cuanto llega arriba y aparece repentinamente en las ondas.
Por lo tanto la tan pregonada idea de que esos debates han sido responsables del cambio de trayectoria en esta carrera de las primarias sería preocupante si fuera cierta. Cuesta pensar en algún otro sitio en el mundo occidental en el que esos debates gozarían de alguna credibilidad fuera de un partido marginal (incluso aunque los marginales se propaguen ahora en Europa). Lejos de indicar un excepcionalismo de EE.UU., parece más bien una horrenda parodia de los estereotipos en los que ya creían la mayoría de los extranjeros respecto a la política estadounidense en su forma más extraña. “Los que siguen a diario esta carrera pueden haber perdido hace tiempo la perspectiva de lo absurda que es, dijo la semana pasada la revista alemana Der Spiegel. “Cada candidato ama Israel. Todos aman a Ronald Reagan. Cada cual ama a su esposa, una primera dama nata, por una serie de motivos”.
La buena noticia es que, con la excepción de la retirada de Perry, los debates no han sido decisivos. La mala es que el elemento decisivo ha sido algo aún más insidioso: el dinero. Mucho dinero.
No es nada nuevo. Pero desde que en 2010 un dictamen del Tribunal Supremo permitió contribuciones ilimitadas a las campañas electorales por parte de corporaciones y sindicatos, se ha hecho particularmente agudo. Además, los donantes pueden mantener el anonimato. Las organizaciones que están aprovechando esta nueva ley se conocen como Super Pacs. Incluso en esta temprana etapa del ciclo presidencial, su potencial para amañar la competición es obvio. En todo 2008, individuos, partidos y otros grupos gastaron 168,8 millones de dólares independientemente de la elección presidencial. Este año, solo para candidatos republicanos, donde la votación comenzó hace menos de un mes, los Super Pacs han informado de gastos independientes de casi 40 millones. En 2008 los gastos de las elecciones se duplicaron en comparación con 2004. Los analistas de la industria creen que este año el dinero gastado solo en anuncios en la televisión va a subir casi un 80% en comparación con hace cuatro años.
El dinero en la política estadounidense ya era el verdadero problema. Ahora el Tribunal Supremo le dio un laxante, sacó la pala, y nos pide que ignoremos el espectáculo y la hediondez.
La única verdadera restricción es que no debe haber coordinación entre el candidato y el Super Pac. En la práctica, esto es poco más que una hoja de parra. Hace unas pocas semanas uno de los anuncios, financiado por el Super Pac que apoya a Gingrich, cayó por los suelos por sus descaradas inexactitudes. En una parada en la campaña en Orlando, Gingrich dijo a sus partidarios: “Llamo a este Super Pac –no puedo coordinar con ellos y no puedo comunicarme directamente, pero puedo pronunciarme como ciudadano y les digo– los llamo a eliminar cada error o a que retiren toda la película”.
Romney no está menos comprometido. Su antiguo recaudador jefe y director de la campaña trabaja para el principal Super Pac que lo apoya, establecido con la ayuda de un cheque de 1 millón de dólares de un antiguo socio empresarial. “Este legalismo de la ‘no coordinación’ es un tanga delgado como un hilo”, escribió recientemente Timothy Egan en el New York Times. "Todo está coordinado".
El dinero no garantiza el éxito por sí solo. Santorum gastó cerca de 74 centavos de dólar por votante en Iowa y ganó por poco; Perry gastó unos 358 dólares por voto y llegó como lejano cuarto. El desempeño en los debates, las posiciones políticas, las historias personales y la política al por menor juegan un papel. Pero el hecho de que el dinero no sea el único factor determinante no significa que no sea un factor clave. Hace dos meses el ascenso de Gingrich en Iowa se detuvo después de que el Super Pac de Romney invirtió millones de dólares en publicidad de campaña atacándolo. La ventaja dominante de Romney en Carolina del Sur se frustró de la misma forma cuando el Super Pac de Gingrich inyectó varios millones de dólares.
No es un aspecto partidista. Casi dos tercios de los estadounidenses creen que el gobierno debería limitar las contribuciones individuales –con una mayoría entre republicanos, demócratas e independientes-. La influencia del dinero a este nivel corrompe toda una cultura política y en gran medida explica la profundidad del cinismo, la alienación y la desconfianza que los estadounidenses sienten ahora por sus políticos.
La tendencia hacia la oligarquía en el sistema de gobierno ya está clara. Hay 250 millonarios en el Congreso. El patrimonio promedio neto es de 891.506 dólares, nueve veces el de la unidad familiar típica de EE.UU. Cerca de un 11% forma parte del 1% superior de la nación, incluidos 34 republicanos y 23 demócratas. Y eso antes de llegar a Romney, cuya riqueza personal es el doble de la de los últimos ocho presidentes juntos. Todo esto sería problemático en el mejor de los casos, pero es obsceno en un período de creciente desigualdad.
El tema no es la envidia de clases, el odio a los ricos porque son ricos, sino los intereses de clase, el fortalecimiento de las ventajas de los privilegiados por sobre el resto. El problema no es personal, es sistémico. En el ambiente actual significa que un grupo de personas acaudaladas en los negocios decidirán a qué personas acaudaladas quieren en el Congreso para que digan a la gente pobre lo que no puede tener porque los tiempos son difíciles. Y a menos que se revoque la resolución, hay muy poco que se pueda hacer al respecto.
La semana pasada en la contienda por el Senado en Massachusetts, el actual candidato republicano y su probable contrincante demócrata firmaron un pacto en el que se ponen de acuerdo en no utilizar dinero de terceras partes. El problema es que el acuerdo carece totalmente de fuerza ejecutoria. Por lo menos un grupo pro republicano ya se ha negado a cumplirlo.
Restar importancia al papel central del dinero en este momento simplemente apoya la ilusión de la democracia participativa, donde ideas, carácter y estrategia son esenciales, mientras otros efectivamente compran candidatos y acceso al poder. El resultado es una charada. Hoja de parra, tanga, el taparrabos que prefieras. El trasero del emperador está desnudo. No importa a quien votes, el dinero siempre gana.
Fuente: http://www.commondreams.org/view/2012/01/30-6
Etiquetas:
Capitalismo,
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