La humana mortalidad es, por excelencia, el principio antropológico igualitario que trasciende fronteras territoriales y temporales. En este estricto sentido, la muerte de Karl Marx, como la de todo ser mortal, era una muerte anunciada. Sin embargo, el adiós a Marx, a diferencia de las despedidas recibidas por la inmensa mayoría de los mortales, se renueva periódicamente una y otra vez. ¿Qué habrá hecho este mortal para procurarse una existencia inmortal? La respuesta presenta varias aristas y desde todas ellas no deja de ser paradójica: Marx ha bebido de las inequidades del capitalismo. Para sorpresa de unos poco, el capitalismo sigue cobrándose vidas a escala planetaria. Y en ese proceso, hoy mucho más que en el siglo XIX, se convierte en el elixir de la eterna juventud que vivifica a Marx y su legado como uno de sus más agudos y fecundos críticos. El poeta no se equivocaba cuando afirmaba que la vida es sueño: en efecto, desde su aparición, el marxismo ha sido la sempiterna pesadilla de quienes todavía creen en las virtudes del capitalismo.
Fragmento final de la introducción de "La Teoría Marxista Hoy. Problemas y perspectivas." De editorial Clacso.
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