Uno no sabe lo que es quemarse hasta que no se quema por primera vez.
Uno no sabe lo que es la alegría hasta que no la experimenta por primera vez, como la tristeza, el amor, la bronca o el dolor
Así pasa también con el sentirse explotado, uno no sabe lo que es hasta que trabaja para una empresa privada del sistema capitalista en el que estamos inmersos; ahí es cuando se sabe lo que es ser solo una pequeña parte del engranaje de esta gran maquinaria que parece funcionar sola y llevarnos con ella en su movimiento, movernos con ella, arrastrarnos, hacia donde quiere que lleguemos.
A veces nos sentimos felices siendo parte de esto, pero es una falsa ilusión que sentimos por el hecho de satisfacer nuestras necesidades, nuestros pequeños gustos, nuestras mentiras. No se llega a nada viviendo en la falsedad de creernos felices en un mundo donde no lo somos. No sirve de nada conformarse con lo que tenemos porque “así es mi vida” o “esto es lo único que puedo conseguir”. No es justo que unos pocos se queden con todo el fruto de nuestro esfuerzo, no es justo que pasemos 9 horas en una oficina, frente a una pantalla, obedeciendo órdenes, solo para que algunos obtengan cada vez mas beneficios.
A veces me pregunto si la gente realmente disfruta de su vida rutinaria y aburrida que transcurre igual, minuto a minuto, hora a hora, día a día, mes a mes, año a año… Seguramente algunos la disfrutaran, pero esta claro no es mi caso, como tampoco debe ser el de muchos. Creo que el sentimiento que se me viene enseguida al pensar en mi trabajo el de frustración, palabra definida en el diccionario de la Real Academia Española como “Acción y efecto de frustrar”; y frustrar significa “Privar a alguien de lo que esperaba”; y si, a mi me priva de cosas, de muchas cosas, evidentemente el hecho de trabajar no es lo que yo esperaba que fuera cuando era chica. Y frustración además por sentir que mi tiempo termina siendo improductivo para mi, o productivo para otros, que es igual de frustrante.
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